11 agosto 2011

Womad 2010

Vale, sí, a estas alturas admito que casi no viene ni a cuento colgar (“publicar” mezuena mu professionah) una entrada sobre el World of Music, Arts and Dance (sí, yo también me enteré de que “Womad” son unas siglas y que significan eso al mirar la camiseta Tropical promocional), Womad para los amigos.

Bueno, momento chorra aparte, habrá que ponerse serio. Muy grato sabor de boca me ha dejado mi desvirgamiento womadil. Como iba a ser una ocasión especial, decidí ir preparado, así que me propuse, desde unos meses antes, escuchar a todos los frupos participantes. Con mi opinión formada al respecto, podría descartar actuaciones, en caso de conflicto de horarios. Por suerte, son chicos inteligentes, y colocaron los conciertos uno justo detrás del otro, por lo que las puertas del cielo de la música ya comenzaban a dejar pasar una rendijita de luz, que iluminaba mi camino hacia la isla con forma del símbolo de “Cuatro”.

Una vez allí, la cosa estaba clara: soltar codos hasta llegar a la primera fila. Ya que apoquino por el billete, a rentabilizarlo! Pero todo estaba a mi favor (no sé qué hacía ahí, tendría que haberme ido al casino más cercano. Lástima que no me hubiera traido el traje), y no hizo falta ponerse violento. Con sólo proponértelo, podías llegar a la primera fila, sin empujones de por medio.

El primer día fue el acercamiento al ambiente. Siendo jueves, no era cuestión de poner a “cabezas de cartel, por lo que poco se pudo ver. De ese poco, destacó el coro cubano The Creole Choir of Cuba. Curioso, cuanto menos.


El segundo día ya fue uno de los más esperados. Reencuentros aparte, supuso la presencia en los escenarios de varios de mis favoritos. Destaca Hanggai, un grupo mongol que fusiona el rock (a bas de guitarras eléctricas y batería) con el folklore autóctono, obteniendo un resultado final muy llamativo. Como dato curioso, diré que usan una técnica de canto que les permite emitir 2 notas diferentes al mismo tiempo. Como anécdota, comentaré que el cantante principal, impulsado por latas de la cerveza del perro canarión, se creía capaz de hacernos llegar sus mensajes entre canción y canción (obviamente, la diferencia entre ambos idiomas es despreciable, lo que permitía que, con simplemente aguzar el oído, todo fluía).


Mención especial a el/la cantante Crystell Warren, cuyo estilo de música sería englobado dentro del de “cantautor”. Con su poderosa voz, consiguió emocionarnos a todos. Además, su última canción fue un doble homenaje al legendario grupo The Beatles: por un lado, se atrevió con uno de sus clásicos, como es la ya mítica (o más bien mitificada? hm…) “Eleanor Rigby”. Por otro lado, fue capaz de convertir lo que, en la minoritaria opinión que parece ser la mía, es una canción un poco difícil de escuchar (bonito eufemismo). Pero bueno, es normal: hasta “los” Beatles eran humanos.


A continuación, tocaban Seu Jorge & Almaz, una mezcla de bossa y pop/rock muy ameno y motivante. El sosiego de la primera y la caña del segundo unían fuerzas para generar un resultado excelente. Sin duda, entre mi top 3 del festival. Además, Seu Jorge no sólo canta en inglés, sino que muchas de sus canciones son en brasileño, lo cual le da un toque “chill out” que aumenta ese ambiente de relajación.


La siguiente parada era nacional: Bigott. El siempre excéntrico aragonés lo dio todo encima del escenario, con su estilo Indie (ya queda totalmente claro qué música toca), con claras dosis de folk y aproximadamente un 300% de psicodelia y frikismo. Eso sí, un par de buenos gallos se le escaparon, pero es tan personajazo que se lo perdonamos. Uno sólo puede quererlo cuando se entera de que su nuevo disco se llama “That sentimental sándwich”.


El tercer día, por causas totalmente relacionadas con nuestra nefasta organización, llegamos el siguiente escalón del concepto de “tarde”. Tanto, que nos perdimos casi la totalidad del turno de Warsaw village band, otro conjunto muy peculiar, a base de instrumentos de cuerda (violines, vioas, violoncellos, etc). Una auténtica lástima, pues era de mis favoritos. Pero quedaba mucha noche por delante, aunque no muchos grupos interesantes que disfrutar.


Nada más terminar el grupo de cuerda, nos fuimos directos a ver el concierto de Terakaft, un grupo saharaui que parece ser que busca la independencia de su pueblo a través de sus letras. Varias banderas de ese país no reconocido se dejaron ver ente el público, como una auténtica muestra de hermanamiento con el pueblo vecino.

Cómo calificarlos musicalmente? Es la versión rockera del típico estilo de música que asocias al norte de África…Poco más puedo añadir. Simplemente, que molan o suyo.


A partir de ahí, musicalmente la noche no dio más de sí, así que nos dedicamos a la mala vida a base de alcohol y risas, sentados en el césped de los alrededores.

El domingo, el último día del festival, fue también más ligero musicalmente, pero fue grandioso, al contar en su programa con mi grupo favorito de todos los que fueron a este festival. Pero no adelantemos acontecimientos.

Tras dejar a parte del grupo en el puerto, para coger el barco (me dejaron solo y abandonado, encargado de controlar a una inquieta, revoltosa y malcriada manzana…Flaco favor el suyo), nos desplazamos rápidamente para no perdernos demasiado del concierto de un grupo canario de Indie, muy interesante. Realmente sorprendente, consiguiendo unos sonidos dignos de los más grandes de este estilo musical, “The mistake” consiguió hacerme vibrar, y tocó la fibra sensible de mi pequeño corazoncito Indie.


Una vez pasado el momento cursi (lagrimillas incluidas), y volviendo a tomar pose de “todopro”, nos dirigimos hacia el que sería el último concierto del Womad…Un cierre fabuloso. Se trataba de “Dub Colossus”, un auténtico grupazo, inglés, pero con mayoría de músicos africanos. Y es que el guitarrista se fue hasta Etiopía en busca de músicos que estuvieran totalmente empapados de la cultura musical del lugar, para poder introducir en ellos su toque jazz, generando el denominado “ethio-jazz”, una mezcla de música indígena, jazz, reggae, soul, y todo lo que se quieran imaginar.

Siendo 87 músicos (sin prácticamente exagerar), el espectro musical que alcanzan es de gran calidad. Música lenta en ocasiones, más movidita en otras, por momentos siniestra, con retazos de nostalgia por la tierra querida…(ahora ya sí que me acabo de flipar totalmente). Un remolino musical que arrasa con lo que se le pone por delante…O, por lo menos, conmigo.